lunes, 15 de diciembre de 2008

Esquema Ponzi y Bernard L. Madoff


El Esquema Ponzi es una operación fraudulenta de inversión, que implica el pago de prometedores o anormalmente elevados rendimientos (o utilidades), que son obtenidos por la empresa que recaudó el dinero. En realidad esta estafa envuelve un proceso en donde las ganancias que obtienen ciertos inversionistas, son generadas gracias a nuevos inversores que caen engañados por las promesas de obtener grandes utilidades. El sistema funciona siempre y cuando crezca la cantidad de nuevos inversionistas en el sistema.

Aunque sistemas similares a éste existieron anteriormente, el nombre de este esquema viene gracias al estafador italiano Carlo Ponzi y la subsecuente estafa que realizó en los años 20, la cual logro atraer y captar mayores cantidades que otras estafas parecidas en el pasado.

Carlo Ponzi era un emigrante Italiano, que llego a Estados Unidos alrededor de los años 20. De muy bajos recursos como la mayor parte de emigrantes que llegaban a dicho país, luego de un tiempo "descubrio" (ya que en realidad todo termino siendo una farsa) que las estampillas extranjeras podían ser vendidas en Estados Unidos a un valor mucho más alto al que eran compradas en el extranjero por lo que el tipo de cambio terminaría por producir las utilidades. Muy pronto luego de que se esparciera el rumor muchos decidieron no quedarse afuera del negocio y apoyaron a Ponzi con capital.

Lo que no sabían era que en realidad aunque Ponzi estaba recolectando abrumadoras sumas de dinero y la gente hacia filas para meter su dinero era que en realidad Carlo Ponzi no estaba comprando las estampillas y que en realidad el estaba pagando las grandes utilidades que llegaban al 100% en 3 meses, con los nuevos dineros que nuevos inversionistas le metían al sistema.

Ponzi convenció a amigos y a sus asociados a apoyar a su sistema en un principio, ofreciendo un retorno del 50% en una inversión en 45 días. Algunas personas invirtieron y luego optuvieron lo prometido en el lapso que se había acordado. La versión se empezo a esparcir, y el promedio de inversiones comenzó a crecer. Ponzi contrato agentes y pago generosas comisiones por cada dolar que pudieran traer. En Febrero de 1920, Ponzi's obtuvo unos US$5,000, una gran suma en ese tiempo.

En marzo ya tenía unos $30,000. La histeria masiva se estaba construyendo y Ponzi comenzó a expandirse a Nueva Inglaterra y Nueva Jersey. En su tiempo los que invertían obtenían grandes utilidades, y estos inversores regaban la palabra y motivaban a otros a invertir.

Ya para mayo de 1920 había logrado recaudar unos $420,000. Ponzi comenzó a depositar su dinero en el Hanover Trust Bank of Boston (Un pequeño banco Americo Italiano en la calle de Hanover y más que todo al norte de la calle Italiana), en espera de que a lo largo del tiempo se pudiera convertir en el presidente del banco o pudiera imponer sus decisiones sobre éste; en realidad logró controlar el banco al comprar sus acciones.

En julio de 1920 ya tenía millones. Muchas personas vendían o hipotecaban sus casas con la esperanza de lograr altos intereses. En el 26 de ese mes gran parte de la esquema comenzó a colapsar luego de que el Boston Post cuestionara las prácticas de la empresa de Ponzi. Finalmente la empresa fue intervenida por el estado que detuvo todas las nuevas captaciones de dinero. Muchos de los inversionistas reclamaron enfurecidos su dinero, momento en el cual Ponzi les devolvió su capital a aquellos que lo solicitaron, lo que causó un aumento considerable en el apoyo popular hacia él, muchos le proponían que se adentrara a la política. El emporio y los sueños de Ponzi crecieron aún más ya que hasta planeaba manejar un nuevo tipo de banco, en el cual las ganancias se repartieran igual entre los accionistas y aquellos que ingresaran dinero en el banco. Hasta planeó reabrir su empresa bajo un nuevo nombre "Charles Ponzi Company", cuyo principal objetivo era invertir en empresas alrededor del mundo.[1] .

Gracias a su esquema Ponzi comenzó a vivir una vida llena de lujos: compró una mansión con aire acondicionado y un calentador para su piscina, y además trajo a su madre de Italia en primera clase. Muy pronto este emigrante de bajos recursos obtuvo no solo una gran cantidad de dinero sino que se colmó de los lujos más extravagantes para su esposa y para sí mismo.

En agosto de 1920 los bancos y medios de comunicación declararon a Ponzi en bancarrota. Éste mismo luego confesó que en 1908 había sido partícipe de una estafa muy similar en Canadá, que ofrecía a los inversionistas grandes utilidades.

El gobierno federal de los Estados Unidos intervino finalmente a Ponzi y descubriendo su estafa, fue enviado a la cárcel pero tuvo que ser liberado ya que pagó su fianza en dos prisiones distintas y decidió continuar con su sistema, convencido que lo podía sostener. Muy pronto el sistema cayó y los ahorradores perdieron su dinero. La mayor parte de las personas no obtuvieron los beneficios, muchos de los cuales reinvirtieron su dinero en la estafa. Ponzi, aunque fue enviado de vuelta a Italia y a pesar de que se descubrió su estafa, fue aclamado por muchos como un benefactor.


Madoff: “Estoy acabado, todo esto es sólo una gran mentira”




A sus 70 años y con más de 40 años de experiencia a sus espaldas, Bernard L. Madoff, ex presidente del Nasdaq en 1990, 1991 y 1993, ha descendido desde el Olimpo de los dioses hasta los infiernos y se enfrenta a una pena de 20 años de prisión y una multa de cinco millones de dólares. “Estoy acabado, no tengo absolutamente nada, todo esto sólo es un gran mentira”. Éstas eran las palabras de lamento que el pasado miércoles salieron de su boca y que todos los empleados de Bernard L. Madoff Investment Scurities pudieron escuchar.

Su leyenda se ha forjado a base de rentabilidades anuales de entre el 6% y el 11% independientemente del comportamiento de los mercados. Una marca imposible de batir que había levantado grandes sospechas en el sector y que había provocado numerosas inspecciones de la SEC, que nunca había encontrado ninguna prueba para empapelarle.

Formalmente, su estrategia consitía en comprar una cesta de acciones del S&P 100 (el índice de los mayores valores de EEUU) y cubrir esa posición con opciones de forma que participaba menos de las subidas a cambio de protegerse de las pérdidas. Esta estrategia es de tipo market neutral, es decir, proporciona unas ganancias muy pequeñas por operación, lo cual obliga a invertir grandes cantidades mediante apalancamiento. Por eso, todo el mundo en el sector tenía sospechas de que utilizaba la información de su broker sobre operativa en el mercado para ganar dinero en apuestas seguras (lo que se conoce como front running)

Pero lo que nadie podía imaginar era que se trataba de un fraude: una técnica de mercado basada en el denominado ‘esquema Ponzi’ o esquema piramidal, que garantiza rentabilidades muy elevadas para los tenedores de estos productos de inversión que son alimentadas por la incorporación de nuevos inversores al fondo. De hecho, según el fiscal del distrito de Nueva York, Lec Dassin, el propio Madoff reconoció que “el negocio era insolvente y que lo había sido durante años”. La dimensión de esta pirámide hace sombra a la mayoría de estafas conocidas hasta ahora y podría ser una de las mayores en la historia de la economía estadounidense. Los medios norteamericanos recuerdan, por ejemplo, que cuando Enron se declaró en bancarrota en 2001 tenía 63.400 millones de dólares en activos.

Madoff es además uno de los principales asesores de las grandes fortunas o family offices de Estados Unidos y un demócrata confeso. No en vano, desde el año 2000 ha donado al menos 100.000 dólares al Comité de Campaña de Senadores Demócratas. De hecho, llegó a desembolsar más de 23.000 dólares en fiestas de senadores como el Nueva York, Charles Schumer o el de Nueva Jersey, Frank Lautenberg.

Madoff fundó Bernard L. Madoff Investment Scurities en 1960 y extendió sus tentáculos por todo el planeta. En la actualidad contaba con 17.100 millones de dólares bajo gestión y tenía entre 11 y 25 clientes, la mitad de los cuales son hedge funds. Según cuentan sus empleados, su intención, antes de que se destapara el escándalo era el de distribuir entre 200 y 300 millones entre algunos de sus empleados, amigos y clientes. Además, a principios de diciembre, también reconoció a algunos de sus trabajadores, que los clientes querían rescatar cerca de 7.000 millones de dólares de la firma.

Los encargados de ‘destapar’ el fraude han sido dos antiguos empleados de la firma, quienes alertaron a las autoridades norteamericanas de que Madoff desarrollaba su negocio de asesoramiento desde un piso diferente al de las oficinas de la compañía. Además, uno de ellos explicó que mantenía los registros de esa actividad bajo llave y se mostraba misterioso respecto a estas actividades.

La detención de Madoff ha supuesto un auténtico shock para el mercado pero, sobre todo, para sus clientes. “Era una autoridad en el mercado. Nunca he cuestionado nada de lo que hizo porque sentía que estaba haciendo un buen trabajo”, comentaba uno de los afectados a Bloomberg. Su abogado, Daniel J. Horwitz, declaraba el jueves al portal financiero: “Bernie Madoff es un auténtico líder con gran prestigio en los mercados financieros. Está intentando sobreponerse a todos estos acontecimientos. Es una persona íntegra”.

La firma que dirigía fue una de las más activas dentro del Nasdaq el pasado mes de octubre, según Bloomberg y manejaba diariamente de medio cerca de 50 millones de acciones al día. Estaba especializada en tramitar órdenes de brokers online en algunas de las mayores firmas de Estados Unidos, incluyendo General Electric o Citigroup.

Es uno de los pioneros del moderno Wall Street, comenta un profesor de la Universidad de Georgetown al portal financiero. Su firma ha sido una de las primeras en automatizar la operativa del mercado. En su página web, Bernard L. Madoff Investment Scurities presume de contar entre sus clientes a bancos e instituciones financieras de Estados Unidos y de todo el planeta, así como de su habilidad para ejecutar la mayoría de las órdenes del mercado en unos segundos.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

La Crisis Financiera en pocas palabras (Ingles)

A is the registered owner of a bond payable
by B, the principal on which has been credit-swapped out to C.
The terms are controlled by a deed drafted by an investment bank D,
which itself receives the interest, which has been aggregated with
30 others and sold notionally to E. E is foreign, and flattens
the FX risk with a bank F, who sells and rolls a future on his long
currency book, which is bought by another bank for an assured profit
by running the position against a higher yield bond bought from a
junk-status borrowing customer, which has been insured against the
risk of default with G, a major insurer, who happens also to be A.


El Concepto de "Destruccion Creativa"
Joseph A. Schumpeter



Capitalism, then, is by nature a form or method of economic change and not only never is but never can be stationary. And this evolutionary character of the capitalist process is not merely due to the fact that economic life goes on in a social and natural environment which changes and by its change alters the data of economic action; this fact is important and these changes (wars, revolutions and so on) often condition industrial change, but they are not its prime movers. Nor is this evolutionary character due to a quasi-automatic increase in population and capital or to the vagaries of monetary systems, of which exactly the same thing holds true. The fundamental impulse that sets and keeps the capitalist engine in motion comes from the new consumers, goods, the new methods of production or transportation, the new markets, the new forms of industrial organization that capitalist enterprise creates.

As we have seen in the preceding chapter, the contents of the laborer's budget, say from 1760 to 1940, did not simply grow on unchanging lines but they underwent a process of qualitative change. Similarly, the history of the productive apparatus of a typical farm, from the beginnings of the rationalization of crop rotation, plowing and fattening to the mechanized thing of today–linking up with elevators and railroads–is a history of revolutions. So is the history of the productive apparatus of the iron and steel industry from the charcoal furnace to our own type of furnace, or the history of the apparatus of power production from the overshot water wheel to the modern power plant, or the history of transportation from the mailcoach to the airplane. The opening up of new markets, foreign or domestic, and the organizational development from the craft shop and factory to such concerns as U.S. Steel illustrate the same process of industrial mutation–if I may use that biological term–that incessantly revolutionizes the economic structure from within, incessantly destroying the old one, incessantly creating a new one. This process of Creative Destruction is the essential fact about capitalism. It is what capitalism consists in and what every capitalist concern has got to live in. . . .

Every piece of business strategy acquires its true significance only against the background of that process and within the situation created by it. It must be seen in its role in the perennial gale of creative destruction; it cannot be understood irrespective of it or, in fact, on the hypothesis that there is a perennial lull. . . .

The first thing to go is the traditional conception of the modus operandi of competition. Economists are at long last emerging from the stage in which price competition was all they saw. As soon as quality competition and sales effort are admitted into the sacred precincts of theory, the price variable is ousted from its dominant position. However, it is still competition within a rigid pattern of invariant conditions, methods of production and forms of industrial organization in particular, that practically monopolizes attention. But in capitalist reality as distinguished from its textbook picture, it is not that kind of competition which counts but the competition from the new commodity, the new technology, the new source of supply, the new type of organization (the largest-scale unit of control for instance)–competition which commands a decisive cost or quality advantage and which strikes not at the margins of the profits and the outputs of the existing firms but at their foundations and their very lives. This kind of competition is as much more effective than the other as a bombardment is in comparison with forcing a door, and so much more important that it becomes a matter of comparative indifference whether competition in the ordinary sense functions more or less promptly; the powerful lever that in the long run expands output and brings down prices is in any case made of other stuff.

It is hardly necessary to point out that competition of the kind we now have in mind acts not only when in being but also when it is merely an ever-present threat. It disciplines before it attacks. The businessman feels himself to be in a competitive situation even if he is alone in his field or if, though not alone, he holds a position such that investigating government experts fail to see any effective competition between him and any other firms in the same or a neighboring field and in consequence conclude that his talk, under examination, about his competitive sorrows is all make-believe. In many cases, though not in all, this will in the long run enforce behavior very similar to the perfectly competitive pattern.

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